jueves, 2 de junio de 2011

GRACIAS

GRACIAS

  • A mis padres que me dieron la vida
  • A la vida que me ha dado la experiencia
  • Al pasado porque de él he aprendido
  • Al dolor y la enfermedad porque me han hecho fuerte
  • A mi madre por enseñarme a ser fuerte, a aceptar y sobreponerme al dolor. A los buenos ejemplos que me dio y también a los errores que ha cometido porque me enseñaron lo que no debo hacer
  • A mi padre por el amor incondicional que me profesó, porque supo jugar, porque alentó mi imaginación y el amor por la lectura, porque me enseñó a pedir y dar perdón, por el ejemplo que me dio con su honestidad. Porque supo transmitirme suficientes dosis de utopía para creer en una vida mejor y ponerme los “pies en la tierra” cuando mi Quijote interior se desmadraba.
  • A mi esposo por su amor. Por su falta de egoísmo. Por hacerme poner los pies en la tierra aunque fuera muy duro a veces. Su dureza me ha enseñado que lo importante es ser fuerte, pero no duro, porque la dureza, al final, causa sufrimiento, tanto al que la sufre como a quien la ejerce contra los demás.
  • A mis hijos por darme la felicidad de ser madre. Porque con ellos he comprendido la importancia de decir no, cuando es necesario, por el bien de ellos. Porque me dan alegría y ganas de vivir. Por responder a mi amor siendo buenas personas. Por hacerme sentir el amor más puro.
  • A mis nietos por hacerme recordar mi infancia y aprender de nuevo la inocencia y la sabiduría desaprendida.
  • A mis amigos y conocidos, con los que he aprendido que hay que saber diferenciar el polvo de la paja, y no hay que permitir entrar a nuestro jardín interior a cualquiera, pues lo pueden pisotear y destrozar.
  • A los que han sabido hacerme críticas, tanto constructivas como destructivas, porque de todas he aprendido, aunque me hayan causado dolor a veces.
  • A los desengaños que he sufrido porque me han hecho saber que no soy tan importante como creo y me han hecho ser más humilde
  • Al sol, la luz, las flores, el mar…. a la madre naturaleza, porque me transmite paz y serenidad.
  • A la historia y a los grandes pensadores, porque me han reafirmado en la creencia de que el “tesoro” está en nuestro interior desde siempre, independientemente de credos y religiones.
  • A la certeza de que existe la muerte, porque es lo que nos hace vivir con pasión.

Emilia Quirós






DESEOS

DESEOS


Deseo amar a los demás como me amo a mí misma,
juzgarles como me juzgo a mi misma, pero también deseo
que los demás me juzguen como se juzgan a sí mismos.

Deseo no embriagarme de éxito si éste me llega,
no desesperarme ante el fracaso,
mantener fuerza de voluntad para vencerle
y no olvidar que el fracaso
puede ser la prueba que antecede al éxito.

Deseo mantener la capacidad  de ser tolerante
aunque los demás muchas veces no lo sean conmigo.

Deseo mantener la capacidad de no necesitar  venganza.
No merece la pena gastar en eso mis energías.

Deseo mantener la capacidad de pedir disculpas,
cuando sea consciente de que hago daño.

Deseo mantener la capacidad de perdonar,
cuando la gente me haga daño.

Deseo mantener la capacidad de comprender,
aunque a veces me sienta tan incomprendida.

Deseo mantener la capacidad de luchar por la justicia,
aunque sea consciente de que, a veces, el mundo sea injusto.

Deseo no tener que sufrir nunca
porque  yo llegue alguna vez a ser injusta.

Deseo mantener la esperanza
de que todo puede mejorar
cuando las cosas van peor.

Deseo sentir la alegría de vivir.
sin necesitar poner tanta voluntad en conservarla.

Deseo no perder la capacidad de ser sensible
pero que mi sensibilidad no me haga  tanto daño.

Deseo no sentir tanta necesidad de que me amen
cuando los demás no necesitan de mi amor.

Deseo mantener  la voluntad para seguir viviendo,
aunque me esté doliendo tanto estar viva.

Deseo mantener la ilusión,
aunque la desilusión a veces intente atraparme.

Deseo mantener la capacidad de vencer la tristeza,
aunque tenga motivos para sentirla algunas veces.

Deseo no tener que convertirme en quien NO soy (ni quiero ser),
para  poder desenvolverme en esta sociedad tan injusta a veces.

Deseo poder seguir siendo generosa
aunque algunos no lo sean conmigo.

Deseo poder seguir disfrutando con los niños
y que siempre sepa encontrar alguno a mi alrededor.

Deseo poder “desaprender” lo  mal aprendido
y volver a sentir la pureza y sabiduría de la niñez

 Deseo poder seguir encontrando fuerzas,
cuando creo que éstas han desaparecido.

Deseo poder ser más indulgente conmigo
como procuro serlo con los demás.

Deseo encontrar la fuerza y voluntad
para poder alcanzar lo que deseo.

Deseo, ¡ay deseo! no sentir necesidad de desear.


Emilia Quirós

¡APATÍA FUERA!

He leído una historia respecto de un carpintero a punto de retirarse y al que su jefe, aún conmocionado por la pérdida de su mejor trabajador, le pidió como favor postrero a todos los años que habían permanecido juntos, que construyera una última casa y después de ello, se retirara a descansar. El carpintero acepto el encargo, aunque se encontraba ya muy cansado, y se puso manos a la obra.
A medida que iba cumpliendo con la tarea prometida, las ganas se le iban yendo al pensar que su jefe había sido muy egoísta pidiéndole esa última construcción después de todo lo que había trabajado para él. No se merecía, pensaba, que le pidiera ese último sobreesfuerzo y así, pensando y pensando en ello, iba poniendo cada vez menos afán en la tarea, de tal manera que esa, probablemente, sería la peor casa que jamás construyera. Quería terminarla cuanto antes y,  cuando por fin acabo, mucho antes que otras veces, se dirigió a su jefe para despedirse de él.
- Cumplí con mi promesa y aquí tienes mi última casa construida, le dijo.
Y el patrón le dijo:
- No sabía cómo podía pagarte todos estos años de esfuerzo y de abnegada labor. Pensé que nunca podría corresponder a tanta entrega y a tan buena labor y efectivamente es así. Lo único que se me ocurrió es regalarte esta casa. La última que construiste y que será también a partir de ahora tu hogar.
¿Entendéis la moraleja?
Cuantas veces nos dejamos inundar por la apatía cuando algo simplemente no nos gusta y dejamos pasar indolentes las horas, conformándonos con hacer las cosas sólo de manera que queden hechas, pero sin poner ni un gramo más de talento o de ingenio o de ganas que los estrictamente necesarios para quitarnos la tarea de en medio.
Si, ya sé que todos los que así lo hacen argumentarán con mil razones distintas su dejadez. Dirán, por ejemplo, que no tienen un reto a su altura, que ellos han nacido para hacer otra cosa y no lo que en ese momento les ocupa, que se esfuerzan mucho más que otros que están a su alrededor y que, sin embargo, ganan o son menos que ellos, que la vida les ha tratado muy mal… justificaciones nunca faltan para hacer lo más fácil: simplemente no hacer nada.
Puede resultar duro expresarlo así, pero cuando la desgana se instala en nuestro día a día, estamos acabados, porque cualquier cosa que hacemos es consecuencia directa del esfuerzo y del cariño invertidos en ello.
Y estoy segura que si lo que pretendemos es cambiar o reorientar nuestra actividad, el camino para lograrlo no es la inapetencia o el fastidio continuo por lo que ahora nos ha tocado hacer. Esa la mejor manera de oxidarse para cuando lleguen otros retos, que llegarán, y que al haber sucumbido al hastió, nos pillarán desentrenados e incapaces de responder adecuadamente.
El dilema es que esto nos obliga a dar lo mejor de nosotros de continuo y sin bajar la guardia, lo cual conlleva sacrificio pero, ¡buena noticia!, no necesitaremos recurrir a lo que no tenemos para salir de esa dinámica, sino poner todo el valor de lo que somos en cada cosa que hagamos sin importarnos qué cosa sea.